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El Javier Diez Canseco que conocí

Publicado: 2013-05-05

Me enteré de su muerte esta madrugada, ya la esperaba. Pero recién cuando la espera se vuelve presente es que causa dolor. No me pude acostar con ese vacío que dejan las pérdidas, así que aquí estoy escribiendo y repasando las veces que me crucé o coincidí con él a pesar de nunca haber labrado una amistad, siempre nos saludamos amablemente como conocidos, aunque siempre dudé si recordaría mi nombre.

La primera vez que lo vi fue en el viejo Fundo Pando, en 1969, yo era un extraviado cachimbo de ingeniería y él estudiaba en las casetas de ciencias sociales, en esa época solo estaban los “hippies” de artes plásticas y los aguerridos de la desaparecida Agronomía. Un día me acerqué a ccss y vi en un salón como un pata de lentes gruesos con bigotes y el pelo crespo discurseaba con mucha elocuencia y seguridad de lo que estaba diciendo, no recuerdo qué pero sonaba convincente, tanto así que me quedé observándolo por la ventana del salón.

Una segunda oportunidad no muy lejana fue en los jardines de Pando, se había organizado una pequeña manifestación en su interior en contra de la guerra de Viet Nam, tenían pancartas y volantes mimeografiados que repartían unas chicas que me sacaron del cuadro tradicional al que estaba acostumbrado. Javier tomó la palabra y su discurso, esta vez anti imperialista, entusiasmó a la pequeña pero convencida audiencia, incluyendo a los pocos de artes que estaban allí. Era muy buen orador, no leía,  me acuerdo que lo comparé a Haya de La Torre, a quien había escuchado de niño en Piura. Me llamó también la atención que a pesar de su discurso de protesta tenía unos Levy’s de corduroy y un par de reconocibles  Florshein que  reconocí como importados. Esto me terminó de sacar del cuadro.

Mi pase por ingeniería duró ese semestre, la hidrostática, los vectores y el espíritu vertical, casi monacal de esa facultad me ahuyentaron de los que los espíritus libres de artes llamaban “la Siberia”, era realmente fría y estaba siempre cubierta de neblina.

Me volví a encontrar con Javier ya como presidente de la FEPUC y yo como un nuevo cachimbo en Ciencias Económicas y Administrativas, en el local de Miró Quesada con Abancay, en 1970. Llegó acompañado del siempre muy serio Francisco Verdera -creo que hoy en OIT- y de otro patita ayayero que gustaba de pegarse a los dirigentes, un odioso e inefable que terminó de asesor de Luis Alva Castro y de Fernando Zevallos (a) “Lunarejo”. Javier tomó la palabra en medio del patio y nos echó un discurso acerca de la huelga de los mineros de Cobriza y que debíamos solidarizarnos con esta lucha del proletariado. Javier fue tan convincente que nos emocionó y la mayoría salimos a protestar con las y los demás estudiantes que ya estaban en la Abancay. Varios de mis compañeros terminaron ese mediodía en la cárcel, fue mi primera tragadera de humo lacrimógeno.

En otra oportunidad, en uno de esos acostumbrados debates que se solían dar en el local de Letras, en la Plaza Francia, Javier polemizó acerca de la nacionalización de la International Petroleum Company  y cuestionó como aún permanecían otras empresas norteamericanas en Talara, Ganso Azul, si no mal recuerdo. Fue nuevamente tan convincente y seguro que para “mi desgracia” me convenció que era verdad lo que decía. Digo “mi desgracia” porque en una clase de Metodología el profesor X se refirió positivamente a la nacionalización de la IPC y yo muy convencido y con ganas de replicarle repetí los argumentos de Diez Canseco y con un ánimo, creo que algo intolerante, logré ganarme la enemistad de dicho profesor y pasé a convertirme en un alumno no grato.

Los debates políticos en Letras eran seguidos y desde Miró Quesada un grupete de admiradores de lo que pasaba y se veía en ese local las solíamos seguir con entusiasmo. Javier era una de los grandes animadores, de los que recuerdo, otros menores eran los demócratas cristianos representados por el más joven, brillante y muy tempranamente desaparecido Eduardo Franco – mi compañero de colegio en Piura-, Carlos Blancas y el Chema Salcedo, que defendían los logros velazquistas acompañados con los ave marías que le cantaba la concurrencia, mayormente exalumnos de colegios religiosos. En estos debates –que eran muy entretenidos- creo que Javier se fue formando como el gran polemista que logró ser después. Siempre tuvo una gran memoria y capacidad de síntesis para exponer una idea y desarrollar un discurso, era irónico y burlón cuando quería, podía ser muy serio y duro cuando lo necesitaba y muy apasionado y radical para las causas justas de los los intereses del Perú. Una de sus cualidades fue sin duda la de saber defender con argumentos sus ideas e ideales. Quién sabe si su problema para poder enfrentarse físicamente en condiciones de igualdad le permitió desarrollar esa enorme capacidad para el choque verbal.

Después de permanecer unos años fuera del país volví cuando él ya era un diputado constituyente, se había convertido en una figura nacional, forjado como cuadro político en los sindicatos mineros del centro y luego como dirigente de Vanguardia Revolucionaria. Javier fue parte de esa generación de jóvenes izquierdistas que desde las universidades y luego en barrios, sindicatos y organizaciones campesinas impulsaron con sangre, sudor y lágrimas la conciencia de derechos, la organización y el triunfo del movimiento social, las organizaciones de mujeres, campesinos –en particular de los más pobres- y gremios sindicales en los años 70s y 80s. Enfrentaron luego en esos mismos espacios al terrorismo fanático y genocida de Sendero Luminoso y a la persecución policial. Ellos, en su momento constituyeron la izquierda más importante de latinoamérica y la condujeron también a su fracaso político posterior.

Recuerdo haber asistido al Congreso durante el gobierno de Belaunde porque tenía interés de escuchar acerca de un problema de derechos humanos. Escuché a Valle Riestra y a Javier. El abogado fue brillante pero el discurso de Javier fue impresionante, el silencio que llenó el recinto mientras informaba de las violaciones perpetradas por agentes de Estado y la defensa apasionada de las víctimas me removió de emoción. Javier tenía la capacidad de llegar a los corazones de la gente siempre y cuando no tuvieran las barreras ideológicas o de intereses que lo acorazaban para no llegar a tener ningún tipo de sensibilidad social. Esa capacidad no era solo de su elocuencia oratoria, hay otros políticos que la tienen y hasta son histriónicos hasta el ridículo, a diferencia de estos, Diez Canseco decía lo que pensaba y sentía de veras y actuaba en función de lo que decía, era honesto, utilizaba la verdad como argumento y siempre actuó en coherencia con ello.

En el transcurso del tiempo me encontré con él en reuniones de amistades comunes y pude comprobar que solía ser muy bailarín de salsa y muy alegre, muy conocedor de la cultura popular, de músicos y  de la música criolla tradicional.

La última vez que lo encontré fue en un homenaje que se le hizo a Carlos Hayre en la Derrama Magisterial, me acerqué a él para ver si era posible que se interesara en lo que estaba ocurriendo en el Ministerio de Cultura con la infortunada nominación  de Susana Baca, me comentó que sabía que habían problemas con ella y con personas de su entorno, pero que no conocía más detalles, como no era posible conversar más de ello ahí me pidió que le enviara por escrito mis preocupaciones. Así lo hice. Desgraciadamente Baca al retorno de uno de sus viajes recibió el apoyo de palacio y ya no le molesté más sobre ese asunto.

Javier Diez Canseco Cisneros, fue un gran defensor de los Derechos Humanos, que como valores fundamentales de la democracia liberal son denostados por quienes predican con ardor el liberalismo económico, pero que pretenden imponerlo a costa de ellos. Fue también un intransigente fiscalizador de la corrupción que se practica desde el Estado como parte de la estructura de la economía delincuencial. Como tal fue también un vigilante de los lazos que involucran a personajes de los grupos económicos de poder de la economía formal con esa corrupción estatal y la economía delictiva. Fue defensor de los intereses y derechos de los peruanos más pobres y que sostienen el sistema desde el trabajo explotado y la marginación de la economía informal. Javier es también representante político de una parte importante de una generación de peruanos -con sus muchas virtudes y muchas limitaciones- solo comparable a la de los años 30s del siglo pasado, que apostó por los intereses históricos y colectivos de la sociedad, lejos de los “éxitos” y las famas individuales; y que creyó en una transformación de la sociedad que permitiera encontrarnos con nuestra verdadera identidad.

Frente a lo que mucha gente con mucho de ignorancia y prejuicios o simplemente enemiga de sus ideas e ideales, Javier Diez Canseco quedará para la Historia como uno de los pocos pero célebres y fundamentales políticos que desde posiciones radicales contribuyeron a construir la sociedad peruana. Este radicalismo que por partir de la raíz de los problemas humanos y sociales es capaz de generar las transformaciones fundamentales y necesarias para nuestra existencia como sociedad, como patria, nación y estado.

Creo que Javier Diez Canseco con el tiempo será recordado y valorado en su verdadera dimensión histórica, como los radicales José Faustino Sánchez Carrión, Tribuno y fundador de la República, impulsor de las ideas republicanas en contra de las monárquicas existentes en el Perú de entonces. Como José Gálvez Egúsquiza, impulsor de la abolición de la esclavitud y del tributo indígena, que después de 40 años de declarada la independencia  y fundado el estado democrático liberal, estos signos de “ciudadanía de segunda” aún existían. Lo común a ellos es que no solo fueron difusores de ideas a contracorriente de los poderes fácticos de cada época, si no que fueron principalmente hombres de acción y de un inmenso amor por el Perú.


Escrito por

jorgedelgado

Soy un piurano residente en Lima o, si quieren, un limeño de origen piurano. Soy peruano con células ecuatorianas y un ecuatoriano de identidad peruana. Tengo más de criollo norteño y afroperuano pero con corazón de serrano por viajes, experiencias y aprendiz


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